¿La gran resignación o el gran cambio
Por: Juan Esteban Parra
A raíz de la incertidumbre actual, se podría pensar que conservar el empleo se ha vuelto más prioritario que antes. Sin embargo, el fenómeno de la gran resignación demuestra lo contrario. El hecho de que más del 40% de los jóvenes quieran cambiar de trabajo es una cifra alarmante, pero a la vez sumamente interesante. La pandemia y el aislamiento nos confrontó a muchos, pues nos dimos cuenta de que gran parte de nuestra vida estaba en piloto automático. Es evidente que este periodo de reflexión ha causado un gran impacto en la concepción que tienen los jóvenes sobre su trabajo. Ya no basta con ofrecer un salario generoso para retener el talento. La idea de buscar un trabajo estable y quedarnos allí hasta retirarnos era válida para las generaciones anteriores, pero ahora el punto de vista ha cambiado. Considero que lo anterior se debe principalmente a que hoy en día la sociedad está cambiando muy rápido y, por lo tanto, permanecer en un trabajo durante varios años ya no es sinónimo de estabilidad. Además, las generaciones jóvenes de hoy han crecido bombardeadas con la idea de perseguir el trabajo de sus sueños lo cual les ha generado una gran presión por cumplir con expectativas poco realistas. No es casualidad que hoy en día los problemas relacionados con la salud mental de los jóvenes vayan en aumento.
Es entendible y a la vez gratificante que las personas quieran buscar una mejor calidad de vida, en donde su propósito personal y trabajo vayan de la mano. Después de todo, la vida es demasiado corta para no luchar por aquello que nos llena. La idea de buscar un trabajo que nos dé más satisfacción personal, nos permita pasar más tiempo con nuestra familia, tener más tiempo libre para divertirnos o para buscar nuevas fuentes de ingreso que nos den la posibilidad de tener mayor libertad financiera es alentadora en todos los sentidos. Pienso que el hecho de que cada vez más personas quieran conectar su vida laboral con su propósito personal no merece la connotación negativa que quizás se le ha dado al fenómeno de la gran resignación. Sin embargo, la realidad es que la búsqueda por un nuevo empleo también es consecuencia de la superficialidad que caracteriza a la sociedad actual.
Hoy en día, el mundo digital y las redes sociales nos venden la idea de que el éxito está basado en lo material pues aquellas personas que la sociedad considera como exitosas por lo general presumen de vidas extravagantes y glamorosas. Personalmente, estoy convencido de que lo anterior ha ocasionado que muchos jóvenes se encuentren obsesionados por el materialismo. Creo que ese afán tóxico de querer ser millonarios lo más pronto posible ha hecho que muchas personas abandonen su empleo al sentirse frustradas por no tener el trabajo de sus sueños. Pienso que nuestra identidad y nuestro valor como personas no puede limitarse a nuestro trabajo o a nuestros bienes materiales. Eso solo nos hará infelices y ningún tipo de trabajo podrá dejarnos completamente satisfechos. No estoy diciendo que esté mal buscar un mejor trabajo, pero basar nuestra identidad en nuestra vida laboral o construir un ideal de felicidad fundamentado en un tipo de trabajo particular hará que las tasas de deserción dejen de sorprendernos.
Ahora bien, si creemos en la idea de que la insatisfacción de las personas con su trabajo se debe principalmente a la cultura corporativa de la organización a la cual hacen parte, vemos que hoy en día estas últimas cuentan con una gran responsabilidad. Las compañías que no entiendan que velar por el bienestar de sus empleados es sumamente importante, van a enfrentarse con el hecho de que quizás es más difícil y costoso encontrar y entrenar talento que retenerlo. Desaprovechar la oportunidad de contar con personal altamente comprometido y conectado con el propósito de la organización es perjudicial. Por lo tanto, la gran resignación debe verse como una oportunidad para cuestionarnos no solamente como individuos sino también como organizaciones. Las empresas deben entender que, así como la sociedad cambia, también debe cambiar la forma de trabajar y de tratar al empleado. Soy optimista y creo que un mayor cuidado de las organizaciones por sus trabajadores puede hacer que como sociedad nos sintamos más a gusto con nuestra vida y menos frustrados por alcanzar ese trabajo soñado que tanto idealizamos. ¡Ojalá que velar por el bienestar del empleado no se limite a poner una mesa de ping-pong en medio de la oficina y comprar sillas de colores!